Descripción
Hilario Ascasubi y la batalla cultural en clave de cuchillo y carcajada
Un país que se debatía entre civilización y barbarie, entre unitarios y federales, entre Europa y América. Una literatura que escribe la historia con el filo del facón y la risa amarga del verdugo. Hilario Ascasubi, maestro de la gauchezca, nos dejó un repertorio de versos que no solo retratan la época, sino que la tensan, la deforman y la devuelven amplificada. En esta pequeña colección, La Refalosa nos recuerda que la poesía gauchesca no fue mero folklore, sino un campo de batalla donde el humor y el horror se abrazaban como viejos conocidos.
Si hay un poema donde la violencia política argentina se exhibe en su máxima crudeza, es La Refalosa. Pero no lo hace con el tono solemne del martirologio, sino con la liviandad macabra de quien describe una danza. Mientras el degüello avanza, la escena se desenvuelve en versos que no se lamentan, sino que celebran. La víctima resbala en su propia sangre, y el coro federal, lejos de compadecerse, canta.
Leónidas Lamborghini vio en esta obra un modelo del grotesco, donde la tragedia se filtra a través del humor y la parodia. Pero hay algo más inquietante: la risa no es solo un mecanismo de distanciamiento, sino un arma en la batalla cultural. Ascasubi, como un titiritero impasible, muestra cómo la violencia se naturaliza, cómo la política se convierte en espectáculo, cómo la historia se canta en décimas antes de ser contada en los libros.
Cuando el poema culmina con un estruendoso «¡Viva la Federación!», la ironía estalla. La misma narrativa de la masacre cierra con el grito del vencedor. ¿Adhesión o simulacro? ¿Testimonio o burla? En esta ambigüedad radica su genio.
En La Indireuta, la batalla cultural se desplaza de la sangre a la tinta, de la matanza al ingenio. Aquí el enemigo no muere desangrado, sino ridiculizado. Juan Manuel de Rosas, con su obsesión por borrar nombres y encriptar identidades con la letra “N”, se convierte en el blanco de una burla feroz.
Pero si la burla es un arma, la poesía gauchesca demuestra aquí que sabe jugar con ambas manos. La Contestación de Jacinto Cielo responde a la amenaza de La Refalosa con valentía y desafío, invirtiendo los términos de la condena. La palabra se convierte en duelo, en estocada verbal, en desafío cantado.
Si en los textos anteriores la política se impone con la brutalidad de la historia, en Santos Vega o los Mellizos de la Flor -personaje que le compitió en fama al propio Fierro- el tiempo se detiene y el paisaje se adueña de la escena. Aquí, la batalla cultural se libra en otra escala: la de la memoria, la de la permanencia. Los fragmentos incluidos en esta selección nos sumergen en la pampa eterna, donde la tapera, el fogón y el pajonal no son meros decorados, sino protagonistas.
Ascasubi, junto a Bartolomé Hidalgo y José Hernández, entendió que la literatura gauchesca no era solo un canto al hombre de la pampa, sino un campo de batalla donde se jugaba algo más profundo: el alma de la nación. Entre carcajadas y degüellos, entre versos burlones y escenarios de violencia extrema, estos textos nos recuerdan que la literatura nunca es inocente.